Buenas a todos. Aquí estoy una semana más como os prometí, a ver cuanto me dura esta continuidad, jejeje.
Hoy visitaremos Copenhague, una ciudad que me maravilló por su luz y la alegría de su gente, aunque también he de decir que el día que hizo fue fantástico y claro, se ve una ciudad distinta, supongo, a si me hubiese tocado una día de lluvia como me sucedió en Amsterdam. Bueno, antes de hablaros de mi experiencia, un poco de historia, como debe ser.
La historia de la capital Danesa se remonta a alrededor del año 800 cuando surge en torno a un pequeño pueblo de pescadores. Desde el año 1300 se convirtió en la capital de Dinamarca en detrimento de Roskilde, un estatus que la ciudad ha mantenido desde entonces.
Desde que su obispo Absalón construyó el «Castillo de Havn», en 1167, la ciudad ha sido una pieza clave en la historia del país, no siempre siendo la capital, pero siempre como una de las más importantes localidades del Reino de Dinamarca. Como curiosidad deciros que Havn era por aquel entonces el nombre de la ciudad y significaba puerto.
La historia de esta ciudad está plagada de innumerables batallas contra sus vecinos suecos,alemanes y los ingleses durante las guerras Napoleónicas, pero también sufrió como muchas otras ciudades Europeas los estragos de un gran incendio en el SXVIII y de la peste que diezmó la población, pero a pesar de todo Copenhague supo sobreponerse y actualmente es una de las ciudades del mundo con un desarrollo y nivel de vida más alto, lo cual pude apreciar y disfrutar. Pasamos a mi viaje.
La llegada de nuestro barco fue en uno de los puertos más alejados del centro de la ciudad. Decidimos ir andando para dar un paseo ... nunca mais, que paliza, sobre todo a la vuelta. Pero mereció la pena el ver temprano la sirenita, símbolo universal de la ciudad, pues a la vuelta no había hueco para poder acercarte a verla de la cantidad de turistas que había.
Arquitectónicamente la ciudad es muy parecida a muchas ciudades del Norte de Europa, iglesias con tejados de aguja, edificios de piedra con tejados de pizarra y colores vivos en sus fachadas... pero la vida en parques, museos y en la zona del río hacen que la luz en esta ciudad sea distinta que en otras que he visto por esas latitudes.
Visitamos el palacio real, varias iglesias, la plaza del ayuntamiento donde estaban organizando un campeonato deportivo y también había un concierto, pasamos por el Tívoli, paseamos por sus calles y por supuesto, disfruté de su gastronomía. De su comida deciros que es muy típico el comer sándwiches, con diferentes panes y lo curioso es que el contenido del sándwich te lo traen a parte, es decir, pides por ejemplo uno de pollo y tomate y te traen un plato con varios panes y aparte los ingredientes, para que te sirvas al gusto ... muy curioso. La zona donde comimos, más abajo veréis las fotos, es muy pintoresca. Es una zona situada junto a unos canales, rodeado de casas de colores y con una ambiente increíble. Está lleno de bares y lo curioso es que en las pérgolas y sombrillas de las terrazas, tienen enganchado estufas y en los asientos te dan mantas, para que nadie, entiendo que sobre todo por la tarde-noche, tenga escusas para tomarse una buena Carlsberg.
Paso a poneros algunas fotos.
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La Sirenita |
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Carro de guerra tirado por toros que representa a Gefion, una mujer mitológica de la tribu de los Jaetter. |
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Una de las muchas iglesias que visitamos. |
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Palacio Real. |
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La Pareja feliz |
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El Tívoli, ¿bonita foto verdad? Soy un artista, jajaja |
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Un mercadillo con comidas del mundo, incluso había un puesto español con chocolate con churros. |
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Que rico y que agustito. |
Con esta cervecita os dejo hasta la próxima semana que os presentaré nuestra última parada, que fue también el arranque de este magnífico crucero por el Báltico, Amsterdam.
Feliz semana.